lunes, 23 de abril de 2012

"El mejor medio de conservar los amigos es no pedirles ni deberles nada" -François de la Rochefoucauld-

Francisco VI, duque de La Rochefoucauld (15 de septiembre, 1613, París17 de marzo 1680). Escritor, aristócrata y militar francés. Como todos los primogénitos de la Casa Rochefoucauld, se llamó Francisco en honor a Francisco I y, desde su nacimiento, ya era Príncipe de Marcillac en tanto que heredero del Duque de Rochefoucauld. Sus estudios no fueron excesivos ya que, a los dieciséis años, los dejó para alistarse en la Armada e, inmediatamente, empezó a darse a conocer en la vida pública. Había estado casado, nominalmente, durante un año con Andrée de Vivonne que, al parecer, le adoraba, antes de que se viera implicada en un escándalo, que La Rochefoucauld seguramente no merecía. Durante algunos años, Rochefoucauld participó en diferentes batallas militares en las que demostró una gran valentía, aunque nunca logró la consideración de sus capitanes. Empezó, entonces, a frecuentar el entorno de Marie de Rohan, la primera de las tres mujeres célebres que tendrían, sucesivamente, gran influencia en su vida. Por mediación de Marie de Rohan, él se aproximó a la Reina Ana de Austria colaborando en las numerosas intrigas llevadas a cabo contra el Cardenal Richelieu. Sin embargo éstas no tuvieron ningún éxito, fue desterrado en varias ocasiones y, en 1637 fue encerrado, en la Bastilla durante ocho días, después tuvo que retirarse a los dominios de su padre. En 1642, tras la muerte de Richelieu, la situación pareció volverse más favorable para la ambición que animaba a la mitad de la nobleza de Francia. La Rochefoucauld jugó un importante papel tomando parte activa en la reconciliación de la Reina con Condé, participando en una liga contra Gastón, duque de Orleans. Pero la creciente influencia de Mazarino supuso un obstáculo y la amistad que él mantenía, hacia 1645 con la hermosa Duquesa Ana de Longueville le inclinó, definitivamente, por los ideales de la Fronda donde intervino de forma muy activa, y llegó a ostentar uno de los principales grados del ejército rebelde. Intervino de manera destacable en el asalto de París, batiéndose, valientemente, en los combates y fue gravemente herido en el asedio de Mardyke. En el segundo asedio de la Fronda, La Rochefoucauld corrió la misma suerte que Condé. Tras la muerte de su padre, en 1650 se produjo un incidente característico. La nobleza de las provincias se reunió para asistir a los funerales y el nuevo Duque de La Rochefoucauld intentó convencerles para unirse a él y enfrentarse a la guarnición de Saumur, cosa que no consiguió. Participó, después, en diversas acciones de la Fronda sin demasiada fortuna y, en la batalla de la Faubourg Saint Antoine (1652), fue herido en la cabeza llegándose a temer por la pérdida de su vista. Necesitó un año para recuperarse, que pasó en la ciudad de Verteuil donde, tras veinte años pasados en diferentes combates, se encontró con una salud muy debilitada, una mermada fortuna y muchos conflictos con todos aquellos que ahora tenían algún poder en el Estado. Permaneció algunos años retirado y se recuperó (especialmente gracias a la ayuda de Gourville que estuvo a su servicio después de haber estado al servicio de Mazarino y Condé, con lo que obtuvo fortuna e influencias). Rochefoucauld volvió a la Corte después del fallecimiento de Mazarino. A partir de entonces se dedicó a llevar una existencia totalmente mundana frecuentando asiduamente todos los salones, especialmente el salón de Madeleine de Sablé miembro de la camarilla de Rambouillet y fundadora de varios salones. La Rochefoucauld pasó sus años de retiro escribiendo sus Memorias que fueron publicadas, clandestina y parcialmente, en 1662, en Bruselas por los Elzevires. Su publicación causó un tremendo revuelo y muchos de sus amigos se sintieron profundamente ofendidos por cuanto afectaban a su reputación, aunque él se apresuró a negar que éstas fueran auténticas. Tres años más tarde publicó sus Reflexiones o sentencias y máximas morales, clásico de la aforística universal, que le situarían, de golpe, entre los más grandes escritores de la época. Poco después empezó su amistad con Madame La Fayette que duró hasta el fin de sus días.

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